LA “ESCULTURA” EN LA GASTRONOMÍA
Martha
Gabriela Bayardo Ramírez
La historia
de la escultura[1] se
remonta a los tiempos de la prehistoria. El significado de esta actividad es la
transformación de un trozo de materia que refiere a una encarnación, ya sea por
imitación de los seres vivientes, las realidades del espíritu o del pensamiento,
en la cual el escultor se expresa creando volúmenes y conformando espacios. Su
evolución y complejidad la ubicaron pronto entre las bellas artes, ya que en la
escultura se reconoce de manera palpable la máxima de Platón que enuncia que en
todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso.
La
evolución de la escultura la ha llevado a conquistar el espacio urbano e íntimo
del hombre contemporáneo, dada su complejidad como instauración del ser, que es
hacer presente o actual lo ilimitado, pues “el poeta, el artista elige
libremente situarse contra las pretensiones de lo no-finito”.[2]
Esto implica vivir el proceso asociado con lo divino a través de la máxima acción
o verbo humano: la creación.
La
creación humana implica saber someterse al mundo del “contenido potencial que se
atrapa, por decirlo así, en las configuraciones limitadas de la afirmación
conceptual o estética. Pero el lenguaje generaliza, universaliza y niega la
individuación”,[3] es
decir, ir hacia lo intempestivo de dejar de ser individuo y volverse hacia el
ser que es universal, ya que el lenguaje del artista escultor encarna
directamente el flujo y la reflexión.
Desde
esta concepción profundamente estricta de asumir la subordinación de la persona
ante la fuerza que mueve la creación que es el ser, se debiera tomar
responsablemente una distancia para la reflexión sobre nuestra pretensión al
afirmar que actualmente, en la gastronomía, se hace escultura.
Este
trabajo tiene la intención de reconocer nuestro potencial real y reflexionar en
torno a si verdaderamente se logra el nivel de creación que se requiere cuando
se habla de escultura.
Esto
nos permitiría como gremio, no caer en pretensiones al afirmar que en nuestra labor
se crea arte escultórico, cuando en realidad se debiera aceptar humildemente que
tan sólo se hacen figuras de chocolate, de azúcar o de hielo, en las que se
advierte un extraordinario nivel de dominio técnico, aunque sin elaborar una
composición estética que alcance la categoría de escultura.
Debe
reconocerse que una de las bases para la creación es el dominio de la técnica, aunque
no es la única condición para crear una obra de arte. Así, es necesario asumir
que para crear una escultura de chocolate, de azúcar o de hielo se deberá, por
principio, ser artista, pues es posible crear esculturas con materiales
distintos a los aceptados formalmente por esa disciplina del arte plástico,
pero lo que no es factible es hacer una escultura sin ser artista.
La
formación de artistas en cualquiera de las disciplinas de las bellas artes no
se alcanza solamente con el dominio de habilidades y técnicas, ya que uno de
los estratos más relevantes de un artista está dado por el soporte filosófico y
reflexivo propio de la creación, la cual se decanta en una forma de vida que
afirma las creencias que le dan sentido al artista.
El
contenido de cada obra de arte va más allá de las buenas ideas; la creatividad
y la innovación que en la actualidad son una tendencia de los nuevos modelos
gastronómicos. Esto significa que la gramática de la creación en la que se gesta
el arte se consolida por medio de la “organización articulada de la percepción,
la reflexión y la experiencia; la estructura nerviosa de la conciencia cuando
se comunica consigo misma y con otros”,[4]
dado que en la creación existe la impresión de la imaginación y del capricho
del azar, que permite el encuentro íntimo y ontológico entre la obra de arte y
su espectador.
Ese
encuentro se genera por la evocación o implicación de la conciencia en donde se
libera el tiempo lineal de la conciencia ordinaria -en donde todo está dicho y
sólo es posible la innovación y la creatividad-, para que ocurra la fecunda creación.
Por
otro lado, debe reflexionarse también sobre la definición de artesanía;[5]
de acuerdo con la Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la
Actividad Artesanal en su artículo tres, la artesanía es la:
Actividad realizada manualmente [ya
que normalmente es realizada de esta forma, sin el auxilio de maquinaria o
automatizaciones] en forma individual, familiar o comunitaria, que tiene por objeto
transformar productos o sustancias orgánicas e inorgánicas en artículos nuevos,
donde la creatividad personal y la mano de obra constituyen factores
predominantes que les imprimen características culturales, folklóricas o
utilitarias, originarias de una región determinada, mediante la aplicación de
técnicas, herramientas o procedimientos transmitidos generacionalmente [cabe
señalar que cada pieza obtenida es distinta a las demás].
[Y como artesano se debe comprender] a
aquellas personas cuyas habilidades naturales o dominio técnico de un oficio,
con capacidades innatas o conocimientos prácticos o teóricos, elaboran bienes u
objetos de artesanía.[6]
De
estas definiciones debe señalarse que la artesanía tiene una connotación
cultural vinculada a una región específica y que ésta es parte de una tradición,
dado que esos procedimientos y técnicas son transmitidas de generación en
generación.
Por
otra parte, el trabajo que se realiza con figuras de chocolate, azúcar o hielo
carecen de esos rasgos, se trata más bien de una concepción hibrida; antes de
llegar a una conclusión se debiera revisar la diferencia entre la artesanía y
la manualidad:[7]
Las distinciones básicas de la
artesanía es que existe una profunda y sucesiva serie de transformaciones de
las madererías primas en insumos, que son reelaborados hasta lograr el
producto. En las ramas de la manualidad generalmente se parte de insumos preelaborados,
por lo que el tiempo invertido en transformar las materias primas prácticamente
no existe. De esta manera la diferencia es una ventaja para éstos.[8]
De
esta cita se puede colegir que lo que se intenta como escultura en la
gastronomía es que termina por no serlo del todo, pues esas figuras no se hacen
para crear una identidad cultural específica; aunque,
como híbrido, se puede comprender el
producto que conserva rasgos de identidad, resultado de una mezcla de técnicas,
materiales, decoraciones y reinterpretaciones simbólicas en objetos hechos con
procesos artesanales que combinan aspectos del dinamismo cultura y
globalización, pero no llegan a consolidarse como productos culturales
comunitarios. Una de sus características principales es la mezcla de elementos
provenientes de distinta naturaleza, tanto de artesanía como de manualidad, en
tal cantidad o de tal manera que no pertenecen ya a ninguno de ellos y forman
una nueva categoría. En algunos casos y proceso evolutivo llega a configurarse
como tradición artesanal.[9]
Esta
afirmación parece atentar contra nuestro gremio, y sobre todo contra los
concursos de “escultura” de chocolate, azúcar o hielo, pero es fundamental
otorgar la justa dimensión a nuestros conceptos si buscamos un intercambio
multidisciplinario sólido con el ámbito del arte.
Ojalá
esto provoque que se pueda llegar a formar artistas en nuestro ámbito, y que de
esta manera en nuestro quehacer pueda construirse un sentido humano de mayor
compromiso con el desarrollo de la conciencia.
Recuperar
la conciencia de nuestros límites es valorar lo que sí somos capaces de hacer y
construir desde la riqueza de nuestro bagaje y linaje. Insisto: no hace falta que
la gastronomía sea una obra de arte, porque en sí misma está justificada su
riqueza y su razón de ser.
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Referencias bibliográficas
Cámara
de Diputados del H. Congreso de la Unión, “Ley Federal para el Fomento de la
Microindustria y la Actividad Artesanal,” Art. 3º, II y III, Nueva Ley
publicada en el Diario Oficial de la
Federación el 26 de enero de 1988, Última Reforma DOF 09-04-2012, México.
FONART,
Manual de diferenciación entre artesanía
y manualidad, Fondo Nacional para el Fomento de las artesanías, México,
s.a.
Steiner,
George, Gramáticas de la creación, Madrid:
Siruela, 2001.
Cítanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “La escultura en la gastronomía”, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014,
< http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>
[1] Los materiales que se usan de forma
tradicional en la escultura son la arcilla, la piedra (caliza, mármol,
arenisca, alabastro, granito y diorita, esteatita, cuarzo y jade), el estuco,
el metal (oro, bronce, hierro [puede llegar a ser hierro esmaltado] y acero),
la madera, el marfil y el hormigón. Las técnicas desarrolladas son las de esculpir,
modelar (arcilla, cera, plastilina), vaciar, cera perdida, cincelar, repujar,
estampar o troquelar, soldadura eléctrica, soldadura autógena, embutir o
galvanoplastia.
[3] Ibídem, p. 131.
[4]
Steiner, George, op. cit., p. 15.
[5] Las ramas de la artesanía son:
alfarería y cerámica; textiles; madera; cerería; metalistería; orfebrería;
joyería; fibras vegetales; cartonería y papel en todas sus modalidades (papel
amate y picado); talabartería, peletería; maque y laca; lapidaria y cantería;
arte huichol; hueso y cuerno; concha y caracol; vidrio y plumería.
[6] Cámara de Diputados del H. Congreso
de la Unión, “Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la Actividad
Artesanal”.
[7] Las ramas de las manualidades son:
cerámica; textiles; maderas; vidrio; cerería; pasta; repujado; hoja de maíz;
cuentas; chaquira; bisutería; fomi; unicel; papel; confitería y deshidratados.
[8] FONART, Manual de diferenciación entre artesanía y manualidad, p. 11.
[9] Ibídem, p. 14.