miércoles, 14 de enero de 2015

ESCULTURA DE CHOCOLATE, AZÚCAR Y HIELO



LA “ESCULTURA” EN LA GASTRONOMÍA
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

La historia de la escultura[1] se remonta a los tiempos de la prehistoria. El significado de esta actividad es la transformación de un trozo de materia que refiere a una encarnación, ya sea por imitación de los seres vivientes, las realidades del espíritu o del pensamiento, en la cual el escultor se expresa creando volúmenes y conformando espacios. Su evolución y complejidad la ubicaron pronto entre las bellas artes, ya que en la escultura se reconoce de manera palpable la máxima de Platón que enuncia que en todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso.
La evolución de la escultura la ha llevado a conquistar el espacio urbano e íntimo del hombre contemporáneo, dada su complejidad como instauración del ser, que es hacer presente o actual lo ilimitado, pues “el poeta, el artista elige libremente situarse contra las pretensiones de lo no-finito”.[2] Esto implica vivir el proceso asociado con lo divino a través de la máxima acción o verbo humano: la creación.
La creación humana implica saber someterse al mundo del “contenido potencial que se atrapa, por decirlo así, en las configuraciones limitadas de la afirmación conceptual o estética. Pero el lenguaje generaliza, universaliza y niega la individuación”,[3] es decir, ir hacia lo intempestivo de dejar de ser individuo y volverse hacia el ser que es universal, ya que el lenguaje del artista escultor encarna directamente el flujo y la reflexión.
Desde esta concepción profundamente estricta de asumir la subordinación de la persona ante la fuerza que mueve la creación que es el ser, se debiera tomar responsablemente una distancia para la reflexión sobre nuestra pretensión al afirmar que actualmente, en la gastronomía, se hace escultura.  
Este trabajo tiene la intención de reconocer nuestro potencial real y reflexionar en torno a si verdaderamente se logra el nivel de creación que se requiere cuando se habla de escultura.
Esto nos permitiría como gremio, no caer en pretensiones al afirmar que en nuestra labor se crea arte escultórico, cuando en realidad se debiera aceptar humildemente que tan sólo se hacen figuras de chocolate, de azúcar o de hielo, en las que se advierte un extraordinario nivel de dominio técnico, aunque sin elaborar una composición estética que alcance la categoría de escultura.
Debe reconocerse que una de las bases para la creación es el dominio de la técnica, aunque no es la única condición para crear una obra de arte. Así, es necesario asumir que para crear una escultura de chocolate, de azúcar o de hielo se deberá, por principio, ser artista, pues es posible crear esculturas con materiales distintos a los aceptados formalmente por esa disciplina del arte plástico, pero lo que no es factible es hacer una escultura sin ser artista.
La formación de artistas en cualquiera de las disciplinas de las bellas artes no se alcanza solamente con el dominio de habilidades y técnicas, ya que uno de los estratos más relevantes de un artista está dado por el soporte filosófico y reflexivo propio de la creación, la cual se decanta en una forma de vida que afirma las creencias que le dan sentido al artista.
El contenido de cada obra de arte va más allá de las buenas ideas; la creatividad y la innovación que en la actualidad son una tendencia de los nuevos modelos gastronómicos. Esto significa que la gramática de la creación en la que se gesta el arte se consolida por medio de la “organización articulada de la percepción, la reflexión y la experiencia; la estructura nerviosa de la conciencia cuando se comunica consigo misma y con otros”,[4] dado que en la creación existe la impresión de la imaginación y del capricho del azar, que permite el encuentro íntimo y ontológico entre la obra de arte y su espectador.
Ese encuentro se genera por la evocación o implicación de la conciencia en donde se libera el tiempo lineal de la conciencia ordinaria -en donde todo está dicho y sólo es posible la innovación y la creatividad-, para que ocurra la fecunda creación.
Por otro lado, debe reflexionarse también sobre la definición de artesanía;[5] de acuerdo con la Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la Actividad Artesanal en su artículo tres, la artesanía es la:

Actividad realizada manualmente [ya que normalmente es realizada de esta forma, sin el auxilio de maquinaria o automatizaciones] en forma individual, familiar o comunitaria, que tiene por objeto transformar productos o sustancias orgánicas e inorgánicas en artículos nuevos, donde la creatividad personal y la mano de obra constituyen factores predominantes que les imprimen características culturales, folklóricas o utilitarias, originarias de una región determinada, mediante la aplicación de técnicas, herramientas o procedimientos transmitidos generacionalmente [cabe señalar que cada pieza obtenida es distinta a las demás].
[Y como artesano se debe comprender] a aquellas personas cuyas habilidades naturales o dominio técnico de un oficio, con capacidades innatas o conocimientos prácticos o teóricos, elaboran bienes u objetos de artesanía.[6]

De estas definiciones debe señalarse que la artesanía tiene una connotación cultural vinculada a una región específica y que ésta es parte de una tradición, dado que esos procedimientos y técnicas son transmitidas de generación en generación.
Por otra parte, el trabajo que se realiza con figuras de chocolate, azúcar o hielo carecen de esos rasgos, se trata más bien de una concepción hibrida; antes de llegar a una conclusión se debiera revisar la diferencia entre la artesanía y la manualidad:[7]

Las distinciones básicas de la artesanía es que existe una profunda y sucesiva serie de transformaciones de las madererías primas en insumos, que son reelaborados hasta lograr el producto. En las ramas de la manualidad generalmente se parte de insumos preelaborados, por lo que el tiempo invertido en transformar las materias primas prácticamente no existe. De esta manera la diferencia es una ventaja para éstos.[8]

De esta cita se puede colegir que lo que se intenta como escultura en la gastronomía es que termina por no serlo del todo, pues esas figuras no se hacen para crear una identidad cultural específica; aunque,
como híbrido, se puede comprender el producto que conserva rasgos de identidad, resultado de una mezcla de técnicas, materiales, decoraciones y reinterpretaciones simbólicas en objetos hechos con procesos artesanales que combinan aspectos del dinamismo cultura y globalización, pero no llegan a consolidarse como productos culturales comunitarios. Una de sus características principales es la mezcla de elementos provenientes de distinta naturaleza, tanto de artesanía como de manualidad, en tal cantidad o de tal manera que no pertenecen ya a ninguno de ellos y forman una nueva categoría. En algunos casos y proceso evolutivo llega a configurarse como tradición artesanal.[9]

Esta afirmación parece atentar contra nuestro gremio, y sobre todo contra los concursos de “escultura” de chocolate, azúcar o hielo, pero es fundamental otorgar la justa dimensión a nuestros conceptos si buscamos un intercambio multidisciplinario sólido con el ámbito del arte.
Ojalá esto provoque que se pueda llegar a formar artistas en nuestro ámbito, y que de esta manera en nuestro quehacer pueda construirse un sentido humano de mayor compromiso con el desarrollo de la conciencia.
Recuperar la conciencia de nuestros límites es valorar lo que sí somos capaces de hacer y construir desde la riqueza de nuestro bagaje y linaje. Insisto: no hace falta que la gastronomía sea una obra de arte, porque en sí misma está justificada su riqueza y su razón de ser.
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https://ungranodefrijolymaiz.blogspot.com/2018/05/
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Referencias bibliográficas
Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, “Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la Actividad Artesanal,” Art. 3º, II y III, Nueva Ley publicada en el Diario Oficial de la Federación el 26 de enero de 1988, Última Reforma DOF 09-04-2012, México.
FONART, Manual de diferenciación entre artesanía y manualidad, Fondo Nacional para el Fomento de las artesanías, México, s.a.
Steiner, George, Gramáticas de la creación, Madrid: Siruela, 2001.

Cítanos: 
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “La escultura en la gastronomía”, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>    


[1] Los materiales que se usan de forma tradicional en la escultura son la arcilla, la piedra (caliza, mármol, arenisca, alabastro, granito y diorita, esteatita, cuarzo y jade), el estuco, el metal (oro, bronce, hierro [puede llegar a ser hierro esmaltado] y acero), la madera, el marfil y el hormigón. Las técnicas desarrolladas son las de esculpir, modelar (arcilla, cera, plastilina), vaciar, cera perdida, cincelar, repujar, estampar o troquelar, soldadura eléctrica, soldadura autógena, embutir o galvanoplastia.
[2] Steiner, George, Gramáticas de la creación, p. 130.
[3] Ibídem, p. 131.
[4] Steiner, George, op. cit., p. 15.
[5] Las ramas de la artesanía son: alfarería y cerámica; textiles; madera; cerería; metalistería; orfebrería; joyería; fibras vegetales; cartonería y papel en todas sus modalidades (papel amate y picado); talabartería, peletería; maque y laca; lapidaria y cantería; arte huichol; hueso y cuerno; concha y caracol; vidrio y plumería.
[6] Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, “Ley Federal para el Fomento de la Microindustria y la Actividad Artesanal”.
[7] Las ramas de las manualidades son: cerámica; textiles; maderas; vidrio; cerería; pasta; repujado; hoja de maíz; cuentas; chaquira; bisutería; fomi; unicel; papel; confitería y deshidratados.
[8] FONART, Manual de diferenciación entre artesanía y manualidad, p. 11.
[9] Ibídem, p. 14.