EL BIEN COMÚN Y LOS SISTEMAS
ALIMENTARIOS LOCALIZADOS
Martha
Gabriela Bayardo Ramírez
Según
los resultados de las investigaciones hechas por expertos en la materia de
alimentación y economía -como es el caso de los doctores Felipe Torres Torres
quien coordina diferentes obras referenciales del tema como es el caso de Reflexiones sobre seguridad alimentaria:
Búsqueda y alternativas para el desarrollo en México,[1] Implicaciones regionales de la seguridad alimentaria en la estructura
del desarrollo económico de México[2] o de su libro Canasta básica y calidad de la alimentación en México[3]
o estudios alrededor el tema de los sistemas agroalimentarios localizados en
México, como es el caso de la obra coordinada por Gerardo Torres Salcido,
Héctor Alejandro Ramos Chávez y Mario del Roble Pensado Leglise[4] o del texto coordinado por
François Boucher, Angélica Espinoza Ortega y Mario del Roble Pensado Leglise Sistemas agroalimentarios localizados en
América Latina: Alternativas para el desarrollo territorial-,[5] es posible observar una
relación estrecha entre los bienes comunes y los estudios de los Sistemas
Agroalimentarios Localizados (SIAL) ya que éstos se centran específicamente en
el concepto de territorialidad o “el efecto territorio” como “recurso estratégico
de los actores económicos”.[6]
También queda
de manifiesto en las diferentes obras referidas en el párrafo superior que el
bien común es una las expresiones y formas de organización más genuinas y
funcionales del ser humano contemporáneo, en aras de atender las problemáticas
en materia alimentaria que han rebasado el sistema alimentario global o
cualquier poder económico u organización mundial, muestra de ellos es el
continente africano o sin ir más lejos el estado de pobreza alimentaria que
sufren paradójicamente los productores primarios de México.
Para las
anteriores afirmaciones se muestra en el siguiente caso de investigación
desarrollados en la obra Los sistemas
agroalimentarios localizados en México: Desafíos para el desarrollo rural y la
seguridad alimentaria, en el artículo desarrollado por François Boucher “Las
agroindustrias rurales inducidas de la Selva Lacandona de Chiapas México: Un
caso de viabilidad económica local”.[7]
Cabe
señalar que se seleccionaron estas investigaciones como parte del documento, ya
que los casos representan un claro ejemplo de la relación entre el bien común
agroalimentario y algunos casos de AIR y de SIAL como una genuina y funcional
forma de organización social para enfrentar lo que por mucho rebasa los
alcances que han tenido en materia alimentaria las políticas publicas en México
desde hace ya casi cuatro décadas.
Las características
de la Selva Lacandona es un territorio muy aislado que carece de
infraestructura y servicios, y según el Índice de Desarrollo Humano calculado
por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestra un nivel
de vida “medio”.
El grupo
Nich Capel (flor de café en tzeltal) está integrado por 24 mujeres que forman
parte de la sociedad de productores orgánicos de la Selva Lacandona, ubicado en
la localidad de Ignacio Zaragoza, municipio de Ocosingo, en la microrregión
dominada Na-Ha. Los socios de Sposel producen café orgánico de altura del tipo
suave y de muy buena calidad.[8]
La
historia de la producción de México es que el café (planta etíope) llega a
América hasta el siglo XVIII con las colonias francesas.[9] Las fincas cafeteras han
pasado por tres periodos, desde su formación hasta que fueron intervenidas en
1942 por el Estado a raíz de la Segunda Guerra Mundial. La segunda etapa entre
1942 a 1950 que estuvo bajo tutela del gobierno federal y la última en 1950 año
en que fueron devueltas las fincas cafeteras a sus dueños originales.[10]
Factores
como la Revolución, el agrarismo cardenista y la fiebre cafetalera por el alza
de precios en el café en el quinto decenio dieron lugar al seguimiento de un
importante número de pequeños y medianos ejidatarios interesados en la
producción que actualmente llega ser miles de cientos de productos en
diferentes puntos específicos de La República Mexicana como es el caso de
Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz, Puebla, Guerrero, Hidalgo y Nayarit entre
otros estados.[11]
Cabe
señalar que el apego por la semilla del café está registrado por la historia y
hoy día de acuerdo con el estudio Investigación: café orgánico en México,
realizado por Javier Palomares, José González y Sonny Mireles, estudiantes de
la UNAM, se estima que cerca del 60% de los pequeños productores son indígenas.
El estudio además indica que hay más de 400 mil productores, de los cuales 90%
son pequeños, con extensiones de tierra menores a las cinco hectáreas y 30% de
ellos son mujeres. El 66% de los productores habla al menos una lengua
indígena.[12]
El país
cuenta ya con una Denominación de Origen (D.O.) que comprende la zona del
estado de Oaxaca, Veracruz y Puebla, dicha D.O. se refiere a la exclusividad de
la zona, aunque hay una superficie de 30 mil hectáreas a la cosecha del café
orgánico y sus principales productores son Chiapas – conocido como café de
altura por sus siembras en terrenos altos de la selva-.
Respecto
a los socios de Sposel están empezando a exportar su café a Europa y Estados
Unidos de América[13] a través de redes de
comercio justo, a pesar de que los precios que reciben por su producto son muy
bajos. En respuesta a estos magros ingresos las mujeres de los pequeños
cafeticultores se unieron en grupo de trabajo y obtuvieron apoyo para la
instalación de una pequeña planta para el tostado, molido y envasado de
café.
Al
principio el grupo no tenía ninguna preparación empresarial y estaba
subordinada a la organización de los hombres con la ayuda de técnicos externos,
recibiendo por ello un salario por el trabajo que realizaba.
Después
de un proceso de capacitación de un año cambiaron las cosas y las mujeres se
independizaron de los hombres. Bajo esta nueva forma de organización ellas
compran el café necesario para su actividad, torrefacción y venta; transforman
el producto, mejoran su presentación e ingresan a nuevos mercados.
Cabe
señalar que según los resultados del análisis hecho por François Boucher los
primeros resultados fueron alentadores en la medida en que representaron una
gran oportunidad de negocio para estas mujeres, cuyo trabajo frecuentemente no
era remunerado.
No
obstante, el investigador abunda en realizar un análisis sobre los ejercicios
con los grupos de productores que estudio y apunta que la revaloración de las
actividades productivas y la posibilidad de que éstas sean capaces de generar
ingresos suficientes para las familias. No debe olvidarse que son grupos de
personas con bajos niveles que durante mucho tiempo fueron considerados como de
capacidad inviables.
El
segundo punto versa sobre la importancia que tienen el consumo de la materia
prima local considerando también la mano de obra de la población de la zona,
esto es el uso responsable que pueda hacerse sobre los bienes comunes como un
elemento necesario para que los SIAL puedan consolidarse como un caso funcional
respecto a satisfacer diferentes necesidades de la población.
El
tercer punto es que el SIAL se apoya en muchos factores además del económico y
de la rentabilidad de las actividades, entre las citadas por el autor están el
acceso al internet, teléfono, transporte, entre otros; sin embargo, el contexto
histórico y la organización social que sea capaz de producir un grupo sobre un
bien común permite movilizar enfoques económicos y de reordenamiento social que
puede permitir que la agroindustria rural (quienes son figuras protagónicas en
la salvaguarda del patrimonio gastronómico de México) tiene futuro y puede
servir de base para el desarrollo de territorio pobres.
El
patrimonio gastronómico ha sido para todos, ya que a través de éste se han dado
por siglos respuestas a las necesidades de la población de México (queremos
diferenciar éste del fenómeno del patrón alimentario desarrollado a partir del
Libre Comercio), tan sólo falta la organización social para el reconociendo de
los comunes y legitimar su uso en beneficio que hasta hoy día sigue
ofreciendo.
Fuentes consultadas:
[1]
Torres Torres, Felipe et al (coord.) (2016).
Reflexiones sobre seguridad alimentaria:
Búsqueda y alternativas para el desarrollo en México. Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Económicas y Dirección General
de Asuntos del Personal Académico. México. pp. 373.
[2]
Torres Torres, Felipe (coord.) (2017). Implicaciones
regionales de la seguridad alimentaria en la estructura del desarrollo
económico de México. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Económicas y Dirección General de Asuntos del Personal
Académico. México. pp. 372.
[3]
Torres Torres, Felipe (2014). Canasta
básica y calidad de la alimentación en México. México. Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Económicas, Ariel y Centro de
investigación en alimentación y Desarrollo. pp. 153.
[4]
Torres Salcido, Gerardo (coord.) (2011).
Los sistemas agroalimentarios localizados en México: Desafíos para el
desarrollo rural y la seguridad alimentaria. Colección alternativa,
Universidad Autónoma y Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades. México. pp. 202.
[5]
Boucher, François et al (coord.) (2012). Sistemas
agroalimentarios localizados en América Latina: Alternativas para el desarrollo
territorial. Gobierno Federal, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,
Unión Europea, Miguel ángel Porrúa, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y
Red Científica En Sistemas Agroalimentarios Localizados. México. pp. 286.
[6]
Este nuevo concepto se fundamentó en cuatro elementos: 1) el sentimiento de pertenencia,
es decir que los actores se sientan realmente parte del territorio y del grupo
local; 2) la transmisión de los saberes tácitos; 3) una historia y un destino
común; y 4) el rol clave de los actores. François Boucher. “De la AIR a los
SIAL: Reflexiones, retos y desafíos en América Latina” en Ibedem. p. 19.
[7] Boucher,
François. “Las agroindustrias rurales inducidas de la selva lacandona de
Chiapas México: Un caso de viabilidad económica local en Torres Salcido,
Gerardo (coord.) op., cit. pp. 35-57.
[8]
“Cultivado con tecnología innovadora que garantiza un producto fresco,
saludable y sustentable”. Café la selva. “Café Orgánico producido en Las
Cañadas de La Selva Lacandona y Altos del estado de Chiapas”. <https://www.cafelaselva.com.mx/>
[9]
De Carcer y Disdier, Mariano (1995). Apuntes
para la historia de la transculturación Indoespañola. Universidad Nacional
Autónoma de México. México. p. 26.
[10]
México Desconocido. “Un buen café… el mexicano”. <https://www.mexicodesconocido.com.mx/un-buen-cafe-el-mexicano.html>
[11] Idem.
[12] https://www.klika.mx/el-oro-de-mexico-cafe-organico/
[13]
“México es el principal productor y exportador de café orgánico”. Secretaría de
Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. “México y el
crecimiento del café orgánico”. Blog. <https://www.gob.mx/sagarpa/articulos/mexico-y-el-creciemiento-del-cafe-organico>