sábado, 27 de septiembre de 2014

LAS MUJERES EN LA GASTRONOMÍA MEXICANA

II PARTE: LAS APORTACIONES DE LAS MUJERES A LA GASTRONOMÍA MEXICANA
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

Continúa: Si en la gastronomía mexicana se reflejan aspectos de diversas esferas sociales y que señalan la complejidad de México, considerando además el legado de nuestras raíces indígenas, podemos afirmar que se ha afianzado la costumbre de atribuirle a las mujeres una actividad vital que la distingue como tal; más que un rol social, es una condición para ser mujer, con los aspectos específicos que justifican su feminidad. Por esta razón las actividades destinadas a ella no se reconocen como un oficio o fuente generadora de riqueza económica que pueda liberarla de la sumisión a la toma de decisiones con respecto a la distribución del gasto, aun dentro de sus propios hogares.[1]
La doctora Lagarde, la chef Guillermina Torres Savín[2] y la chef Isabella Dorantes[3] confirman con contundencia que la mujer es la comida, que en ella recaen los secretos de todas las mujeres que vivieron antes que ellas, es decir, los secretos de la abuela, los cuale hoy son parte de nuestro patrimonio intangible, resguardado por sus protagonistas principales. Sin su resguardo México sería un pueblo sin sabor y sin memoria sensorial.
Aunque todos coman y puedan preparar alimentos, la mujer simboliza la comida. “Aunque todos sean más o menos capaces de preparar alimentos o de adquirirlos, ella debe comprar, cocinar [...] la mujer madre-esposa es la comida y por su mediación alimenta a los demás, o no lo hace. Pero si no lo hace nadie puede ocupar ese lugar, ese espacio, ese papel”.[4]
Antes de que los hombres llegaran a tomar el lugar de las mujeres en la cocina, la actividad de cocinar sólo tenía un sentido: recibir las bondades de la Gran Madre Tierra[5] para sustentar a cada uno de sus hijos. El cuerpo destinado para estos menesteres ha sido, por naturaleza, aquel que nos cobija desde siempre en nuestra primera etapa de la existencia: el cuerpo femenino, que se da a otros: la mujer cuya feminidad, antes, durante y después de la conquista, ha devenido característica de alimentar y nutrir; así, el ámbito esencialmente femenino es la casa, como una extensión del hecho de ser mujer —se trabaje fuera o dentro de ella—, y específicamente la cocina. Ahí, la presencia de los hombres no aparece en ningún documento encontrado durante esta investigación.[6] Al parecer es hasta la implantación de los usos y costumbres españoles cuando el hombre ingresa en el espacio culinario de nuestra tierra.
Posiblemente fue hasta la llegada de los españoles cuando los hombres mexicanos empezaron a considerar la cocina como una actividad lucrativa para ellos. A pesar de que existen descripciones de puestos en los mercados prehispánicos en donde se expendían alimentos y bebidas —evidentemente preparadas por mujeres— no se habla de cocineros.
La presencia de hombres en la cocina ya específicamente como cocineros modifica, y continúa modificando hasta nuestros días, el espacio relacionado con la producción y la distribución de los alimentos, así como el alto índice de demanda en la formación de nuevas generaciones de cocineros y gastrónomos[7] en nuestro país,[8] sin trastocar de manera significativa la concepción de nuestra antropología de género[9] en relación con las “actividades menores” propias de lo femenino,[10] puesto que no se ha modificado sustancialmente lo que se espera de una mujer: alimentar.
Actualmente las mujeres que quieren ejercer la profesión de cocineras profesionales, paradójicamente, deben estudiar y perfeccionarse en términos técnicos, pero sobre todo participar la mayoría de las veces en conductas contrarias a las que la cultura les ha prescrito, como competir para ocupar puestos de dirección en las cocinas de restaurantes. Esto puede significar dejar de ser femenina para convertirse en una rival significativa de los hombres, que han acaparado esos puestos.
Con esta contradicción se genera una tensión, pues por un lado se le exige a la mujer ofrecer alimentos de manera no remunerada y, por el otro, al ingresar al mercado laboral se le destina a un lugar en la cocina profesional como mayora, además de enfrentarse a la desigualdad de género al pretender competir por un puesto de mayor autoridad.
La contradicción siempre es tensión y ésta normalmente refleja un conflicto sin resolver. Quizá sea ésta una oportunidad para hacer lo que en ningún país se ha logrado: integrar los saberes que sólo conocen las mujeres en su labor de amas de casa en la labor básica de la restauración. Es momento de que los gastrónomos nos pongamos a la altura de la naturaleza integradora de la gastronomía: sumar esfuerzos y saberes.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barros, C. y Buenrostro, M. (comps.) Vida cotidiana: Ciudad de México 1850-1910, México: Fondo de Cultura Económica, UNAM, Conaculta, 1996.
García Rivas, Heriberto, Cocina prehispánica mexicana, México: Panorama, 2009.
Gironella De’Angeli, Alicia, Gran Larousse de la cocina mexicana, México: Larousse, 1993.
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Juárez López, José Luis, La lenta emergencia de la comida mexicana. Ambigüedades criollas 1750-1800, México: Porrúa, 2005.
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Lavín, Mónica y Ana Benítez, Sor Juana en la cocina, México: Grijalbo, 2010.
Long, Janet (coord.), Conquista y comida, México: Universidad Autónoma de México, 1997.
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Novo, Salvador, Cocina mexicana o historia gastronómica de la Ciudad de México, 3ª ed., México: Porrúa, 1973.
Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Madrid: Cátedra, Letras hispánicas, 2008.
Saldívar, Jaime, F. del Valle (coords.), La cocina mexicana, México: Artes de México, 1960.
Serna, Víctor de la, Parada y fonda, Barcelona: Los Cinco Sentidos, 1987.
Villegas, Almudena, Saber del sabor. Manual de cultura gastronómica, Madrid: Almuzara, 2008.
Verti, Sebastián, Esplendor y grandeza de la cocina mexicana, México: Diana, 1994.
Wilson, Anne, La mujer en un mundo masculino, Prólogo de Elena Poniatowska, México: Paz, 1987.
Xokonoschtletl, Carlos Fortea (trad.), Los que nos susurra el viento, sabiduría de los aztecas, Barcelona: Plaza y Janés, 1998.
REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS
Archivo General de la Nación, SC 201 Migración Española a México, en catálogo.
Diario del Hogar, Año XXVIII, núm. 160, t. 54, México, domingo 21 de marzo de 1909. Fundado por Filomeno Mata.
REFERENCIAS EN INTERNET
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Milenio negocios, “Aumenta en 500 por ciento demanda por la carrera de Gastronomía” en <http://www.milenio.com/negocios/Aumenta-ciento-demanda-carrera-Gastronomia_0_296970591.html> (02-06-2014).
Stolcke, Verena, “Antropología del género, el cómo y el por qué de las mujeres”, Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales, 2008, en <http://www.caladona.org/grups/uploads/2008/01/antropologia-del-genero-el-como-y-el-por-que-de-las-mujeres-verena-stolcke.pdf> (02-06-2014).
Cítanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “Las aportaciones de las mujeres a la gastronomía mexicana”, II Parte, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>   




[1] Esto a pesar de que se realizó un estudio con cierto nivel de profundidad en el que se reporta la proporción del valor del trabajo no remunerado de los hogares (en su mayoría dirigidos por mujeres) con respecto al PIB nacional, durante el periodo 2003, el cual es mayor a algunas actividades económicas como la industria manufacturera, que participa con 17.6% del PIB, la extracción de petróleo y gas, cuya participación es de 6.9 %, o el sector agrícola, que tiene una contribución de 3.4 por ciento, según los resultados del INEGI. “Cuenta satélite del trabajo no remunerado de los hogares de México, 2003-2009”.
[2] Directora del Colegio de Gastronomía de la Universidad del Claustro de Sor Juana, en entrevista realizada por Martha Bayardo en esa universidad el día 22 de noviembre de 2010.
[3] Pregunta hecha por María Isabel Guzmán López a la chef Isabella Dorantes en la cocina del Club de Industriales, en la Ciudad de México, 10 de noviembre de 2010.
[4] M. Lagarde, Cautiverios..., p. 331.
[5] En todas las tradiciones indígenas de América, uno de los arquetipos de mayor significado es el de la Gran Madre Tierra, que refiere a todos los aspectos de la naturaleza como generadora y dadora de vida, esto es, el espíritu de nuestro planeta. Este arquetipo refiere a los aspectos femeninos de alimentar y nutrir, que proporcionan energía por medio de sus alimentos. La Gran Madre Tierra es la madre de todas las madres, así como de todos los seres vivos y de todos los elementos orgánicos e inorgánicos de la naturaleza. Para comprender más el significado de componente de la cosmogonía indígena véase: Xokonoschtletl, Los que nos susurra el viento, sabiduría de los aztecas.
[6] Se habla de la preparación de alimentos rituales por los hombres, aunque en compañía de alguna mujer de cierto rango social, pero no se habla de los hombres en la actividad cotidiana de alimentar a la familia, al menos antes de la conquista española.
[7] Lo que diferencia al gastrónomo del cocinero son sus distintos tipos de perfiles profesionales, pues este último comprende diversos aspectos que se refieren a una perspectiva multidisciplinaria, que está implicada en el fenómeno gastronómico y no sólo en la preparación de platillos. Un gastrónomo debe ser cocinero, pero un cocinero no necesariamente es un gastrónomo; por otro lado, la gastronomía también abarca el hecho mismo de comer o degustar los platillos. Véase Víctor de la Serna, Parada y fonda, p. 6.
[8] “Al respecto, la directora del Colegio de Gastronomía de la Universidad del Claustro de Sor Juana, Guillermina Torres, refiere que este boom data desde 2006, luego de que en 1993 la demanda era de sólo 40 estudiantes y hoy en día alcanzan los 200. Lo anterior representa un crecimiento del 500 por ciento en la demanda por la carrera de Gastronomía”, véase Milenio negocios, “Aumenta en 500 por ciento demanda por la carrera de Gastronomía”.
[9] “La antropología [de género] es el estudio del hombre que abraza a una mujer”, Bronislaw Malinowski citado en Verena Stolcke, “Antropología del género, el cómo y el por qué de las mujeres”.
[10] En esta errónea concepción hemos desempeñado un papel significativo las mismas mujeres, nos recuerda la doctora Lagarde, y señala la repercusión que tiene en nuestra cultura la falta de valoración, por parte de las mismas mujeres, de las actividades realizadas por ellas, cuando afirman que sus esposos las sacan de trabajar, sin reparar en que la actividad vital es la tarea más antigua practicada por la mujer. El hecho de que sea una actividad vital no significa que no tenga un valor en distintos rubros. Cabe señalar que según un primer recuento (revisión de 251 páginas), en el archivo de la lista de migración española con 866 páginas, con la clave de búsqueda SC207, en el Archivo General de la Nación se encontró un listado en donde el promedio por página es de 16 y 17 personas (mujeres) destinadas al hogar, en una relación de 61 o 63 nombres; de éstas sólo aparece una mujer con nombre de Escauriaza Gómez María Jesús con el número de registro 1247717, expedido el 7-27-1939, con el oficio de cocinera y casada. El resto de los emigrantes seleccionados con áreas relacionadas con la gastronomía son treinta hombres (solteros y casados) con las siguientes ocupaciones: cocineros, panaderos, pasteleros, confiteros, carniceros y hoteleros.

domingo, 14 de septiembre de 2014

GÉNERO Y COCINA

I PARTE: LAS APORTACIONES DE LAS MUJERES A LA GASTRONOMÍA MEXICANA
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

Abordar el tema de las aportaciones realizadas a partir de las teorías de la antropología de género con respecto a la comprensión y valoración de la gastronomía como una forma de expresión cultural nos permite encontrar el linaje de los gastrónomos ante la sociedad.
En la cocina podemos encontrar la historia misma de la humanidad. En México, nos permite reflexionar sobre distintos fenómenos y hechos que hoy constituyen nuestro imaginario colectivo, nuestra idiosincrasia y formas de pensamiento en las cuales se desarrolla la dinámica social.
La historia nos ofrece perspectivas precisas de quiénes somos, y al estudiar la historia de la gastronomía nos topamos inevitablemente con la imagen del pueblo que somos. Esto nos permite conocernos y abordar con un mayor compromiso por el oficio, la actividad vital que es la culinaria. La historia de México tiene sabor y huele a los productos elaborados con las cosechas de nuestra tierra. “El mexicano no es una esencia sino una historia.”[1]
En razón de lo anterior, se puede afirmar que en la cocina se reflejan los pasos andados por mujeres y hombres de carne y hueso en el devenir cotidiano, del que todos somos parte y que constituye la memoria culinaria de nuestro pueblo. Cada mano que ha sujetado un nopal, una tortilla, un chile o un trozo de camote —o cualquier otro producto oriundo de esta nación— ha dejado su huella en lo que hoy concebimos como nuestra gastronomía.[2]
Es necesario situarnos en la perspectiva de nuestra herencia en relación con los paradigmas que nos definen como hombres y mujeres, pues cada hecho consumado en la historia de nuestra actividad es tan sólo el reflejo fiel de los diversos aspectos que nos definen como mexicanos. En este devenir se encuentran aquellas[3] que “permanecían en el hogar, barriendo y aprendiendo cómo ser mujer”,[4] o a través de la actividad vital[5] que la define como tal: dar de comer.
Las mujeres han sido, de manera metafórica y literal, sinónimo de alimento, y en ella han recaído los secretos y las recetas de su preparación; pero este hecho dista mucho de significar que en el plano gastronómico haya habido un espacio para que ellas ocupen un lugar en las cocinas del ámbito restaurantero, en las cuales se abrieran perspectivas de crecimiento profesional, sin contar con estudios previos ni tener que enfrentarse a una cultura hostil a ellas.
El chef Rogelio Rangel dice[6] que desde los años ochenta en México se constituyó la lógica europea del organigrama de trabajo. Él, como miembro fundador del club “Los Gorros Blancos”,[7] asegura que antes de este organismo se definía como cocinero, igual que aquellos que eran profesionales como los que no lo eran; hoy, después de una ardua labor, cada miembro de las brigadas en las cocinas ocupa su espacio específico.[8]
En cuanto a ese organigrama, las mujeres se vieron desplazadas —al igual que en muchos otros lugares del mundo— o destinadas a ser mayoras, a quienes se les asignaron tareas propias de “su condición de cocineras no profesionales.”
Una de las tareas más significativa de estas mujeres es la preparación de los alimentos del personal de un establecimiento de alimentos y bebidas, la elaboración de tortillas —cuando éstas se hacen en la cocina—, la preparación de tamales y otros menesteres que no son realizados por los chefs que dirigen la cocina de manera profesional.[9]
Esa lógica ha dejado a las mujeres dueñas de nuestra tradición con un cierto nivel de poder, dadas su autoridad moral y su experiencia en el dominio de ciertas preparaciones, pero se desconoce la razón en la cual se fundamente sólidamente por qué no han alcanzado la oportunidad para dirigir las cocinas de los restaurantes.
Una mayora es la cocinera que ha logrado, a base de trabajo constante y de calidad, llegar a una categoría media alta de la cocina. Ella manda porque sabe lo que es mejor para su cocina, no porque quiera gozar de autoridad. Es líder pues le muestra a todos los caminos y las formas para lograr proezas culinarias maravillosas, como un arroz a la mexicana en su punto perfecto o un chicharrón en salsa verde con la dosis precisa de picante. Es jefa pero no suele ser la cabeza principal de la cocina pues como cocinera su trabajo se desempeña tras bambalinas. Ella vive entre sartenes, grandes ollas y cuchillos; entre vapores y ruidos, y es poco común que se sienta cómoda fuera de este entorno.
Un chef, en cambio, es un cocinero que ha recorrido un largo y trabajoso camino en la cocina hasta llegar a dirigirla. Como su nombre lo indica, es el jefe de ese lugar. Es común que el chef ya no cocine todo el tiempo y que delegue esa tarea para concentrarse en la estrategia y la administración general del establecimiento. Supervisa y controla todo lo que se cocina y se sirve; es la autoridad y la cabeza creativa y, a diferencia de la mayora, es el que da la cara; es la imagen que representa el trabajo de todos.[10]

El argumento de que las mujeres no cuentan con el perfil para desempeñar esa labor es muy cuestionable, sobre todo cuando nuestros cocineros de grandes trayectorias la mayoría de las veces no cuentan con estudios medios o superiores concluidos. Esto se puede corroborar si revisamos a profundidad, por ejemplo, la problemática de la ausencia de un liderazgo funcional en las cocinas, la falta de investigación técnica, histórica y crítica desde nuestra perspectiva, así como también en una pobre calidad de vida, entre otros temas que nos atañen como gremio.
En razón de lo anterior es posible señalar que antes de aparecer la formalización de la profesión, tanto hombres como mujeres carecían del conocimiento multidisciplinario gastronómico necesario para dirigir de manera profesional las cocinas de los restaurantes.
Indudablemente esto es parte de nuestra historia, de una historia y un presente que sigue reflejando la falta de oportunidades, y no de las capacidades del género femenino, para que éstas logren desarrollarse profesionalmente.
El precio a pagar por esa situación ha dejado en claro sus consecuencias, y una de éstas es la falta de registro de sus conocimientos culinarios. ¿Cuántas recetas de platillos tradicionales hemos perdido al desdibujar la importancia de las mujeres en el ámbito restaurantero?
Otra de las consecuencias lamentables de la falta de integración del conocimiento de nuestras cocineras al estrato profesional es la escasa difusión de la riqueza de los productos nativos, debido al desconocimiento y la descalificación de esos productos, pues su uso y preservación se aprende a través de las poseedoras del conocimiento; hablar de gastronomía no es propiamente hablar de la industria restaurantera.
Desafortunadamente nos ha llevado mucho tiempo —hasta ver el campo abandonado— llegar a cuestionar nuestros prejuicios sobre los productos nativos de nuestra tierra y enorgullecernos de ellos.
Atender el tema de género en nuestro país es importante, no para descalificar lo que han realizado hombres y mujeres, sino para asumir que hemos llegado a un nivel de desigualdad de oportunidades que nos contradice como mexicanos, pues la culinaria tradicional mexicana es un fruto esencialmente femenino y con un claro flujo de integración.
Es importante detener la dinámica que nos ha llevado a desdibujar nuestra identidad como herederos de varias culturas; aún más: estamos obligados a reconocer la fuerza latente del mito de nuestros ancestros que afirma que la primera mujer que realizó una preparación culinaria fue la madre de los mantenimientos: La Diosa Chicomecóatl.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barros, C. y Buenrostro, M. (comps.) Vida cotidiana: Ciudad de México 1850-1910, México: Fondo de Cultura Económica, UNAM, Conaculta, 1996.
García Rivas, Heriberto, Cocina prehispánica mexicana, México: Panorama, 2009.
Gironella De’Angeli, Alicia, Gran Larousse de la cocina mexicana, México: Larousse, 1993.
Guzmán Peredo, Miguel, Crónicas gastronómicas, México: Fontamara, 1991.
Juárez López, José Luis, Nacionalismo culinario. La cocina mexicana del siglo XX, México: Conaculta, 2013.
____________________, La lenta emergencia de la comida mexicana. Ambigüedades criollas 1750-1800, México: Porrúa, 2005.
Long, Janet (coord.), Conquista y comida, México: Universidad Autónoma de México, 1997.
Lagarde y de los Ríos, Marcela, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2003.
Novo, Salvador, Cocina mexicana o historia gastronómica de la Ciudad de México, 3ª ed., México: Porrúa, 1973.
Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Madrid: Cátedra, Letras hispánicas, 2008.
Saldívar, Jaime, F. del Valle (coords.), La cocina mexicana, México: Artes de México, 1960.
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Verti, Sebastián, Esplendor y grandeza de la cocina mexicana, México: Diana, 1994.
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Xokonoschtletl, Carlos Fortea (trad.), Los que nos susurra el viento, sabiduría de los aztecas, Barcelona: Plaza y Janés, 1998.

REFERENCIAS HEMEROGRÁFICAS
Diario del Hogar, Año XXVIII, núm. 160, t. 54, México, domingo 21 de marzo de 1909. Fundado por Filomeno Mata.

REFERENCIAS EN INTERNET
Mecenas Colectivo, “Mayoras, cocineros y chefs, pequeña historia sobre los títulos honorarios en la cocina”, Queremos comer, México, 2013, en <http://www.queremoscomer.com/editorial-sobremesa/mayoras-cocineros-y-chefs/> (06-12-2013).

Cítanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “Las aportaciones de las mujeres a la gastronomía mexicana”, I Parte, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>   




[1] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 2008, p. 363.
[2] En términos de nuestra culinaria nacional, al parecer “su conformación dio un paso definitivo en 1929 con la aparición del Moderno recetario de cocina mexicana, una obra dedicada exclusivamente al tema. Su autora fue María Ibarrola de Salceda.” Juárez López, José Luis, Nacionalismo culinario. La cocina mexicana del siglo XX, México: Conaculta, 2013, p. 104.
[3] Resultó significativo encontrar textos en torno a la idiosincrasia mexicana y desde la perspectiva antropológica de género, textos declaradamente feministas, como el libro de Anne Wilson Schaef, La mujer en un mundo masculino, así como Octavio Paz y su Laberinto de la soledad, que coinciden en una perspectiva de la mujer en su rango social terciario en muchas circunstancias. Este factor repercute directamente en el desempeño que ha tenido la mujer respecto de oportunidades y acceso a la educación en una etapa tardía de la historia de México, que se decantará en la ignorancia que existe actualmente de nuestra culinaria, ya que la mayoría de textos registrados sobre nuestra gastronomía han sido escritos por hombres españoles y por desgracia se ha perdido mucha información relacionada con las mujeres anónimas que crearon la mayoría de los platos típicos de México. La preservación de recetas, formas y costumbres ha sido a través de la tradición oral —los viejos secretos de la abuela— y es hasta Sor Juana Inés de la Cruz cuando a una mujer la que se atribuye el primer recetario de México —aunque es importante señalar que al respecto hay diferentes posturas que difieren.
[4] Desde la perspectiva de la doctora Lagarde, la mujer no nace sino se hace, ya que se le pide que cumpla con ciertos requisitos sociales para considerarse como tal. Cabe mencionar que la visión de la doctora es antropológica y no feminista.
[5] Labor o tarea diaria que desempeña la mujer para ser considerada como tal por los otros y que no se considera trabajo remunerado o que genere riqueza.
[6] Profesor de  asignatura de Cocina mexicana del programa de estudios del Colegio de Gastronomía de la Universidad del Claustro de Sor Juana; entrevista realizada por Martha G. Bayardo Ramírez en esa universidad el 22 de noviembre de 2010.
[7] Esta asociación, integrada por 78 chefs de la República Mexicana, busca promover los sabores de la culinaria nacional. El grupo se fundó en 1988 gracias a la iniciativa del francés François Atajan, cuyo entusiasmo e iniciativa contagiaron a otros colegas para unirse.
[8] Entrevista realizada por Martha G. Bayardo Ramírez al chef Rogelio Rangel en la Universidad del Claustro de Sor Juana el 27 de noviembre de 2010.
[9] Un primer antecedente de esta lógica es la que se encuentra en un texto que al parecer es el primer libro de cocina de Puebla, publicado ya en el México independiente: Manual del cocinero y cocinera, tomado del periódico literario La Risa, publicado como edición facsimilar en México en 1992. En la Introducción se lee: “[El] Manual de cocinero y cocinera [...] está dedicado por igual a hombres y mujeres. Y que por costumbre en México es la mujer que hace de la cocina su dominio —muy celosamente guardado—, es el hombre el que tiene fama de perfeccionar los platillos”. Hemos comenzado a identificar textos que coinciden con esta aseveración y continuaremos observando el desarrollo de ésta.
[10] Queremos comer, México, 2013, en <http://www.queremoscomer.com/editorial-sobremesa/mayoras-cocineros-y-chefs/>.