domingo, 13 de abril de 2014

GASTRONOMÍA RITUAL PREHISPÁNICA

GASTRONOMÍA ESPIRITUAL MEXICANA: CONSUMO DE ALIMENTOS SAGRADOS
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

En el presente texto se abordarán aspectos de la cosmovisión, la cosmogonía y los rituales de la vida cotidiana del México prehispánico desde una perspectiva gastronómica; para ello es necesario considerar dialécticas que van más allá de las pulsiones[1] humanas y que en la actualidad no consideramos en las mesas gourmets. Nos interesan aquellos aspectos que nos ayuden a comprender el ámbito en el que se desarrollaba la gastronomía espiritual mexicana.[2]
La gastronomía espiritual[3] se desarrolló en el periodo prehispánico y en ella confluían diversos factores, como los usos y costumbres alrededor de la mesa de los pueblos mesoamericanos, así como la religión y la política, que se decantaban en rituales en los que figuraban alimentos que tenían un estatus sagrado; como se sabe, el corazón de la cultura religiosa de Mesoamérica estaba constituido por la alianza de los dioses con los hombres a través de la naturaleza que proveía los alimentos.


 
Esta tríada da como consecuencia la fertilidad[4] como una cualidad protagónica del sentido espiritual tanto de los dioses como de los hombres; por esta razón, dejar fuera la fertilidad que da sustento tanto a hombres como a dioses es tanto como perder el sentido gastronómico de aquellas culturas.
A continuación presentamos algunos rasgos de los alimentos sagrados:
1. Los alimentos sagrados eran destinados a ofrendas para los dioses, quienes recibían como alimento diversos productos, como
el humo de resinas aromáticas (copal o pom) y de tabaco, las primicias de las cosechas, los perfumes de las flores, el aroma de las viandas y los cuerpos de codornices, guajolotes, serpientes, mariposas y otros animales. En todas las esferas de culto era habitual la ofrenda de sangre de los fieles. El sacrificio humano es una pieza significativa que revela que nunca disocian el poder profundo y transcendental de su relación con los alimentos, como muestra de la dialéctica mito-ritual.

2. Los alimentos sagrados de origen humano, como la sangre, eran los más valiosos; por ello el sacrificio era frecuente. “Los devotos se punzaban los molledos, se traspasaban lengua, pene y orejas, o herían sus párpados para entregar a los dioses tanto su sangre como los instrumentos del autosacrificio. El alimento más preciado, sin embargo, era la vida del hombre (Ilustr. IX).”[5]
3. Los alimentos destinados al estatus de sagrado podían ser consumidos de manera cotidiana, pero su consideración en la relación alimento-ser humano estaba asociada de alguna manera con ese nivel. Ejemplos de este tipo de alimentos son el maíz, el agave y el amaranto, entre otros. Estos alimentos,[6] que aunque podrían ser el “pan nuestro de cada día”, desempeñaban un papel muy significativo en cuanto a su valor nutricional en dos sentidos: el del aporte nutrimental y el que poseían en el plano metafísico o trascendental, no sólo como alimentos para los dioses sino también como parte de las ofrendas a otros sacrificados, según Salvador Guilliem Arroyo.
[...] la colocación de cráneos como ofrendas decapitadas a otros individuos sacrificados y dispuestos en espacios distintos al primigenio, adquiría un valor semántico distinto, alternando con objetos manufacturados de diversas materias primas o con aquellos productos naturales que no fueron transformados, como olotes, semillas, calabazas, nopales, animales, etc., partes humanas como la cabeza, pies, piernas, columna vertebrales, torsos, manos, mandíbulas dispuestas a manera de ofrendas a otros individuos, o bien a espacios de la arquitectura del núcleo ceremonial o de la periferia urbana.[7]

4. Existían alimentos sagrados que no eran parte de la dieta, es decir, no eran consumidos para garantizar la supervivencia de los pueblos, como los psicotrópicos, hongos, raíces y plantas; su consumo se destinaba a otros objetivos.
Se tiene noticias de otro tipo de alucinógenos, como hongos secos y pulverizados, bufotenina, ciertas sustancias obtenidas de la concha Spondylus y de diversas flores. No obstante, los chamanes y sacerdotes mayas podían prescindir de ellas, pues por medio del ayuno prolongado combinado con la abstinencia sexual, danzas con música monocorde y autosacrificio podían llegar a estados de trance semejantes a los que se alcanzaba por medio de los psicotrópicos. El fin de esos ritos era obtener consejo, protección o sanción política de los dioses o antepasados divinizados, quienes aparecían entre fauces de una serpiente descarnada o semidesollada que abría su hocico para “dar a luz” la visión. La serpiente de las apariciones, que se erguía entre el humo de las ofrendas quemadas, era símbolo de nacimiento de los seres sobrenaturales en el mundo de los hombres.[8]

5. El consumo de los alimentos sagrados se efectuaba de acuerdo con un protocolo desarrollado en un tiempo concreto, en una hora del día y una fecha específica del calendario, y también de una manera especial, como las bebidas alcohólicas, el tabaco, el chocolate espumado y la carne humana.
En este mes [ocho de enero], como está dicho arriba, comían tamales por todos los pueblos y en todas las casas, y toda la gente, y convidábanse los unos a los otros con ellos [...], y también ofrecían al fuego cada uno en su casa cinco huauhquiltamalli, puestos en un plato, y también ofrecían sobre las sepultura de los muertos, adonde estaban enterrados, a cada uno un tamal; esto hacían antes de ellos comiesen de los tamales. Después comían todos y no dejaban ninguno para otro día; esto por vía de ceremonia.[9]

Así, se puede colegir que los temas concernientes a la gastronomía prehispánica van más allá de una lista de productos endémicos, utensilios y técnicas o recetas de preparación de alimentos.

Continúa en https://ungranodefrijolymaiz.blogspot.com/2014/04/ 

BIBLIOGRAFÍA
Gonzalbo Aizpuru, Pilar (coord.), Historia de la vida cotidiana en México, I Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, 2004.
López Austin, Alfredo y López Luján, Leonardo, El pasado indígena, México: Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México, 2000.
López Austin, Alfredo y Luis Millones Santagadea, Dioses del norte, dioses del sur, religiones y cosmovisión en Mesoamérica y los Andes, México: Era, 2008.
Sahagún, Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España: México, Porrúa, 2006.

Cítanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “Gastronomía espiritual mexicana: consumo de alimentos sagrados”, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>





[1] Una pulsión es la fuerza derivada de las tensiones somáticas en el ser humano y de las necesidades del ello; en este sentido las pulsiones se ubican entre el nivel somático y el nivel psíquico. Así como las pulsiones carecen de objetos predeterminados y definitivos, también tienen diferentes fuentes y por ello diversas formas de manifestación, entre ellas la pulsión de vida o eros; la pulsión de muerte o tánatos; las pulsiones sexuales, la pulsión de saber.
[2] Se define como gastronomía espiritual en tanto se busca retomar el sentido esencial de los ritos que buscan religarnos como un medio para acceder a un nivel de conciencia superior a la ordinaria, con el objetivo de transformarnos en seres humanos plenos.
[3] El desafío es intentar acercarnos al laberinto que conlleva esta gastronomía a la que llamamos espiritual, dada su complejidad y el nivel de desarrollo o estrato de recreación para la que fue gestada, según lo que sugieren las diferentes fuentes consultadas, y que marcan un sentido de relación de una compleja red de aristas: militares, políticas, económicas, culturales, los usos y costumbres que esculpen la idiosincrasia y la identidad, tanto de cada individuo como de cada pueblo que compartían un elemento que las unificaba primordialmente: el maíz.
[4] Mi madre me contó un cuento llamado los “Mensajeros del Sol”, y éste versa sobre la fecundidad que se inicia cuando el sol se encuentra en el cenit y la diosa Tierra la recibe a través Tláloc [Dios del agua], pero para que ocurra esta bendición es necesario que los hombres pájaro elevan su invocación a la Rosa de los Vientos y cuando ésta los escucha, los hombres caen sobre la tierra trayendo el sol y la lluvia.  
[5] López Austin, Alfredo y Luis Millones Santagadea, Dioses del norte, dioses del sur, religiones y cosmovisión en Mesoamérica y los Andes, México: Era, 2008, p. 119.
[6] Estos alimentos bien podían llegar a ser para todos, pero al adquirir la connotación de sagrados no cualquiera podía manipularlos.
[7] López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, El pasado indígena, México: Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México, 1996, p. 285.
[8] Gonzalbo Aizpuru, Pilar (coord.), Historia de la vida cotidiana en México, I Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 111.
[9] Sahagún, Bernardino de, Historia General de las Cosas de Nueva España, México: Porrúa, 2006, p. 150.

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