GASTRONOMÍA ESPIRITUAL MEXICANA: CONSUMO DE
ALIMENTOS SAGRADOS
Martha Gabriela
Bayardo Ramírez
En el presente
texto se abordarán aspectos de la cosmovisión, la cosmogonía y los rituales de
la vida cotidiana del México prehispánico desde una perspectiva gastronómica; para
ello es necesario considerar dialécticas que van más allá de las pulsiones[1]
humanas y que en la actualidad no consideramos en las mesas gourmets. Nos interesan aquellos
aspectos que nos ayuden a comprender el ámbito en el que se desarrollaba la
gastronomía espiritual mexicana.[2]
La
gastronomía espiritual[3] se
desarrolló en el periodo prehispánico y en ella confluían diversos factores,
como los usos y costumbres alrededor de la mesa de los pueblos mesoamericanos,
así como la religión y la política, que se decantaban en rituales en los que figuraban
alimentos que tenían un estatus sagrado; como se sabe, el corazón de la cultura
religiosa de Mesoamérica estaba constituido por la alianza de los dioses con
los hombres a través de la naturaleza que proveía los alimentos.
Esta tríada da
como consecuencia la fertilidad[4]
como una cualidad protagónica del sentido espiritual tanto de los dioses como
de los hombres; por esta razón, dejar fuera la fertilidad que da sustento tanto
a hombres como a dioses es tanto como perder el sentido gastronómico de
aquellas culturas.
A
continuación presentamos algunos rasgos de los alimentos sagrados:
1.
Los alimentos sagrados eran destinados a ofrendas para los dioses, quienes
recibían como alimento diversos productos, como
el humo de resinas aromáticas (copal o pom) y de tabaco, las primicias de las cosechas, los perfumes de
las flores, el aroma de las viandas y los cuerpos de codornices, guajolotes,
serpientes, mariposas y otros animales. En todas las esferas de culto era habitual
la ofrenda de sangre de los fieles. El
sacrificio humano es una pieza significativa que revela que nunca disocian el
poder profundo y transcendental de su relación con los alimentos, como muestra
de la dialéctica mito-ritual.
2.
Los alimentos sagrados de origen humano, como la sangre, eran los más valiosos;
por ello el sacrificio era frecuente. “Los devotos se punzaban los molledos, se
traspasaban lengua, pene y orejas, o herían sus párpados para entregar a los
dioses tanto su sangre como los instrumentos del autosacrificio. El alimento
más preciado, sin embargo, era la vida del hombre (Ilustr. IX).”[5]
3.
Los alimentos destinados al estatus de sagrado podían ser consumidos de manera
cotidiana, pero su consideración en la relación alimento-ser humano estaba
asociada de alguna manera con ese nivel. Ejemplos de este tipo de alimentos son
el maíz, el agave y el amaranto, entre otros. Estos alimentos,[6]
que aunque podrían ser el “pan nuestro de cada día”, desempeñaban un papel muy significativo
en cuanto a su valor nutricional en dos sentidos: el del aporte nutrimental y
el que poseían en el plano metafísico o trascendental, no sólo como alimentos
para los dioses sino también como parte de las ofrendas a otros sacrificados,
según Salvador Guilliem Arroyo.
[...] la colocación de cráneos como ofrendas
decapitadas a otros individuos sacrificados y dispuestos en espacios distintos
al primigenio, adquiría un valor semántico distinto, alternando con objetos
manufacturados de diversas materias primas o con aquellos productos naturales
que no fueron transformados, como olotes, semillas, calabazas, nopales,
animales, etc., partes humanas como la cabeza, pies, piernas, columna
vertebrales, torsos, manos, mandíbulas dispuestas a manera de ofrendas a otros
individuos, o bien a espacios de la arquitectura del núcleo ceremonial o de la
periferia urbana.[7]
4.
Existían alimentos sagrados que no eran parte de la dieta, es decir, no eran
consumidos para garantizar la supervivencia de los pueblos, como los
psicotrópicos, hongos, raíces y plantas; su consumo se destinaba a otros
objetivos.
Se tiene noticias de otro tipo de alucinógenos, como hongos secos y
pulverizados, bufotenina, ciertas sustancias obtenidas de la concha Spondylus y de diversas flores. No
obstante, los chamanes y sacerdotes mayas podían prescindir de ellas, pues por
medio del ayuno prolongado combinado con la abstinencia sexual, danzas con
música monocorde y autosacrificio podían llegar a estados de trance semejantes
a los que se alcanzaba por medio de los psicotrópicos. El fin de esos ritos era
obtener consejo, protección o sanción política de los dioses o antepasados
divinizados, quienes aparecían entre fauces de una serpiente descarnada o
semidesollada que abría su hocico para “dar a luz” la visión. La serpiente de
las apariciones, que se erguía entre el humo de las ofrendas quemadas, era
símbolo de nacimiento de los seres sobrenaturales en el mundo de los hombres.[8]
5. El consumo de
los alimentos sagrados se efectuaba de acuerdo con un protocolo desarrollado en
un tiempo concreto, en una hora del día y una fecha específica del calendario,
y también de una manera especial, como las bebidas alcohólicas, el tabaco, el
chocolate espumado y la carne humana.
En este mes [ocho de enero],
como está dicho arriba, comían tamales por todos los pueblos y en todas las
casas, y toda la gente, y convidábanse los unos a los otros con ellos [...], y
también ofrecían al fuego cada uno en su casa cinco huauhquiltamalli, puestos
en un plato, y también ofrecían sobre las sepultura de los muertos, adonde
estaban enterrados, a cada uno un tamal; esto hacían antes de ellos comiesen de
los tamales. Después comían todos y no dejaban ninguno para otro día; esto por
vía de ceremonia.[9]
Así, se puede colegir
que los temas concernientes a la gastronomía prehispánica van más allá de una lista
de productos endémicos, utensilios y técnicas o recetas de preparación de
alimentos.
Continúa en https://ungranodefrijolymaiz.blogspot.com/2014/04/
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BIBLIOGRAFÍA
Gonzalbo Aizpuru,
Pilar (coord.), Historia de la vida
cotidiana en México, I Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España,
México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, 2004.
López Austin,
Alfredo y López Luján, Leonardo, El
pasado indígena, México: Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México,
2000.
López Austin,
Alfredo y Luis Millones Santagadea, Dioses
del norte, dioses del sur, religiones y cosmovisión en Mesoamérica y los Andes,
México: Era, 2008.
Sahagún, Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva
España: México, Porrúa, 2006.
Cítanos:
Bayardo Ramírez,
Martha Gabriela, “Gastronomía espiritual mexicana: consumo de alimentos
sagrados”, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>
[1] Una
pulsión es la fuerza derivada de las tensiones somáticas en el ser humano y de
las necesidades del ello; en este
sentido las pulsiones se ubican entre el nivel somático y el nivel psíquico.
Así como las pulsiones carecen de objetos predeterminados y definitivos,
también tienen diferentes fuentes y por ello diversas formas de manifestación,
entre ellas la pulsión de vida o eros; la pulsión de muerte o tánatos; las
pulsiones sexuales, la pulsión de saber.
[2] Se
define como gastronomía espiritual en tanto se busca retomar el sentido
esencial de los ritos que buscan religarnos como un medio para acceder a un
nivel de conciencia superior a la ordinaria, con el objetivo de transformarnos
en seres humanos plenos.
[3] El desafío es intentar acercarnos
al laberinto que conlleva esta gastronomía a la que llamamos espiritual, dada
su complejidad y el nivel de desarrollo o estrato de recreación para la que fue
gestada, según lo que sugieren las diferentes fuentes consultadas, y que marcan
un sentido de relación de una compleja red de aristas: militares, políticas,
económicas, culturales, los usos y costumbres que esculpen la idiosincrasia y
la identidad, tanto de cada individuo como de cada pueblo que compartían un
elemento que las unificaba primordialmente: el maíz.
[4] Mi madre
me contó un cuento llamado los “Mensajeros del Sol”, y éste versa sobre la
fecundidad que se inicia cuando el sol se encuentra en el cenit y la diosa
Tierra la recibe a través Tláloc [Dios del agua], pero para que ocurra esta
bendición es necesario que los hombres pájaro elevan su invocación a la Rosa de
los Vientos y cuando ésta los escucha, los hombres caen sobre la tierra
trayendo el sol y la lluvia.
[5] López
Austin, Alfredo y Luis Millones Santagadea, Dioses
del norte, dioses del sur, religiones y cosmovisión en Mesoamérica y los Andes,
México: Era, 2008, p. 119.
[6] Estos alimentos bien podían llegar
a ser para todos, pero al adquirir la connotación de sagrados no cualquiera
podía manipularlos.
[7] López
Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, El
pasado indígena, México: Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México,
1996, p. 285.
[8] Gonzalbo
Aizpuru, Pilar (coord.), Historia de la
vida cotidiana en México, I Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva
España, México: El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, 2004, p.
111.
[9] Sahagún, Bernardino de, Historia General de las Cosas de Nueva
España, México: Porrúa, 2006, p. 150.
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