miércoles, 27 de agosto de 2014

INFLUENCIA AFRICANA EN LA COCINA MEXICANA

LA INFLUENCIA AFRICANA EN NUESTRA COCINA
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

El tema de la influencia africana en nuestra cocina nos lleva de manera inevitable a la necesidad de completar el mapa de la gastronomía nacional de manera más profunda, pues al parecer en nuestra conciencia no reconocemos los elementos que nos vinculan a la cuna de la humanidad: África.[1]
Hay sitios concretos por donde entraron a la Nueva España personas, productos y la cultura africana: los puertos autorizados para el ingreso de los cargamentos de esclavos provenientes de África. Veracruz fue un de los primeros, posteriormente se integraron otros puertos del Golfo de México como Tuxpan y Campeche, y por el lado del Océano Pacífico, Acapulco.
La construcción de la gastronomía mexicana tradicional se fraguó en los hogares, en las haciendas, los palacios virreinales, en los conventos y monasterios del periodo novohispano en donde fueran necesarios los servicios en la preparación de alimentos y bebidas; la presencia de mujeres africanas era una constante.
En la cocina se reunían hombres, mujeres, niños y ancianos de diferentes niveles socioeconómicos, cada uno con sus saberes, sus usos, utensilios y alimentos acostumbrados, lo que dio como resultado una variedad de platillos, dulces y bebidas de preparación laboriosa. Sin embargo, debe señalarse que fueron las mujeres de origen africano, las indígenas mexicanas y las monjas de diferentes órdenes las que diseñaron la elaboración de los barrocos platillos que hoy conforman la culinaria nacional.
Puede afirmarse, por ello, que el espacio de los fogones fue un lugar determinante para la conformación de nuestra identidad integral, pues uno de los mayores flujos de intercambio cultural ocurrió en las cocinas; esos espacios fueron decisivos para concretar nuestra identidad nacional.
Así, la historia de los fogones es parte de la historia de nuestro país. Una de las características de la historia de nuestra culinaria es que en ella cabe la historia de los vencidos y sometidos, con todas sus bondades y riquezas. En este sentido la historia gastronómica nacional cumple una función integradora en donde no hay mucho espacio para los protagonismos, aunque tampoco debieran caber los olvidos.
A pesar de que no se puede distinguir cabalmente si hubo alguna técnica culinaria específica de origen africano —acaso el uso de hojas de plátano para elaborar cocciones pudo haberse aprendido de las cocineras africanas—, sí se puede suponer que en la integración creativa de las técnicas de origen europeo y americano las mujeres del continente africano fueron colaboradoras directas en esa tarea.
El hecho de que los descendientes de las esclavas africanas y ellas mismas no hayan tenido la posibilidad de concretar un espacio para replicar o desarrollar sus propios usos y costumbres hasta alcanzar un nivel de aceptación de la sociedad de forma franca y con el reconocimiento de sus atribuciones e influencia, presenta ciertas dificultades para determinar su importancia. Esto no significa que esa aportación no haya ocurrido, y aun sin precisiones más puntuales se debería considerar esta vertiente cultural al hablar de la gastronomía nacional.
Estas cocineras —o cocineros— y sus descendientes mulatos inauguraron el gusto por productos no conocidos entonces en el México antiguo, como el plátano —en cualquiera de sus puntos de maduración y preparaciones—, el empleo del coco en preparaciones dulces o saladas, así como el uso de raíces y posiblemente los diferentes productos derivados de la caña de azúcar, en fin, la combinación de productos y la mística propia de su cultura para compartir la mesa.
Por el momento pueden hacerse conjeturas con base en el tipo de alimentación de los esclavos, hombres y mujeres; suponemos que no se puede considerar que la aportación calórica de su dieta fuera la mejor, como tampoco lo debe haber sido la calidad nutrimental de los alimentos destinados a esta población. Aunque tampoco debe suponerse que esa alimentación haya sido la peor, pues las arduas jornadas de explotación a las que eran sometidos demandaba mucha energía calórica. Es pertinente preguntarnos: ¿qué comían? ¿Cómo lo comían? Muy posiblemente comían los productos locales del México prehispánico, que eran poco apreciados por los españoles.
Así mismo, se sabe que uno de los rasgos más destacados de las preparaciones de los alimentos nativos era la frugalidad, y es posible que algunos productos se hayan preparado con grasa de origen animal, mezclándose con las recetas prehispánicas.
Hasta ahora, en diferentes fuentes de la historia gastronómica de México no se ha encontrado el momento de la incorporación del uso del cerdo en una de las preparaciones de mayor peso patriótico contemporáneo en términos simbólicos: el pozole, un platillo que tiene raíces prehispánicas pero que se transformó para siempre con aquel añadido.
Tampoco se tiene el dato de cuándo se incorporó la grasa de cerdo en la preparación de las salsas de tomate y chile, con el mismo origen que el del pozole. Así ¿quién puede negar que quizás esa integración fue idea de personas de piel oscura con la finalidad de que la frugalidad original se transformara en alimentos con mayor aporte calórico?
Llama la atención que en la colección de cincuenta y siete recetarios de La cocina indígena y popular del Programa de Desarrollo Cultural Regional y de Conaculta se observa el uso de diferentes productos del cerdo, como la grasa, en preparaciones locales y de temporada específica con poca difusión nacional. ¿Cómo es que llegó el cerdo a esas preparaciones? También se puede cuestionar sobre la presencia del plátano macho en la cocina popular, según se observa en el último recetario de esa colección, dedicado exclusivamente al fruto.
Finalmente, resta decir que hay mucho por investigar y quizás por el momento solamente podamos esbozar conjeturas sin poder demostrar con contundencia el nivel real de influencia de la cultura culinaria africana, al no contar con el registro de fuentes fidedignas escritas. Ésta es una asignatura pendiente para las nuevas generaciones de gastrónomos, si es que se pretende seguir construyendo el mapa de nuestra identidad culinaria frente al mundo.

Citanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “La influencia africana en la cocina mexicana”, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>    



[1] La teoría de África como cuna de la humanidad se basa en diferentes hipótesis sobre la posibilidad de que una especie de australopitecos comenzara a consumir proteínas de origen animal en las costas del sur del continente, específicamente en los bancos naturales de mejillones; se cree que la proteína de origen animal fue esencial para la evolución del cerebro humano. Desde esas costas los primeros grupos humanos se dispersaron por todo el mundo, como aseveran diferentes fuentes consultadas.

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