lunes, 13 de octubre de 2014

APORTACIONES DE LAS MUJERES A LA GASTRONOMÍA MEXICANA

III PARTE: LAS APORTACIONES DE LAS MUJERES A LA GASTRONOMÍA MEXICANA
Martha Gabriela Bayardo Ramírez

Continúa: Después de desarrollar el tema que nos atañe desde diferentes ángulos —antropológico, como denuncia, como cuestionamiento y confrontación, entre otros— es evidente que se debe hablar de aspectos puntuales sobre las atribuciones alcanzadas por el género femenino en la gastronomía. Evidentemente, uno de los componentes más significativos ha sido la concreción de nuevos platillos y recetarios, así como su difusión masiva; por esa razón nos debemos referir a la cocina conventual que representó o fue una forma de poder y artilugio femenino que permitió se reformularan los elementos culinarios prehispánicos que sobrevivieron a la conquista a través del mito, ejemplo de esto el mole poblano[1] que sublimó sus raíces nativas francamente rechazadas ante un nuevo paradigma cultural cristiano: la cocina conventual.
Puede afirmarse que las monjas novohispanas tienen hasta nuestros días un peso significativo relacionado con diferentes elementos que componen nuestra cultura culinaria como la adjudicación de diferentes platillos y preparaciones que se han vuelto típicos de México, como el ya mencionado mole poblano,[2] los chiles en nogada, una variedad de dulces y bebidas alcohólicas dulces como el rompope, entre otros.
Todas éstas son invenciones logradas a partir de la repetición de procesos culinarios, usados durante el proceso de educación que las hijas de hombres pudientes de la época recibían de las monjas.
En el contexto histórico de esas preparaciones se puede observar —una vez más— a la culinaria como una forma de vínculo y poder por parte de las monjas de diversos conventos, en donde gracias a sus invenciones culinarias lograban obtener recursos económicos para solventar los gastos del convento, al tiempo que mantenían relaciones sociales con personajes del poder eclesiástico, político y económico de la época.
En los diversos recetarios de los siglos XV, XVI y XVII, escritos generalmente por hombres y mujeres letrados, “se muestran los tipos de productos que llegan de España y que se usan constantemente, como lo demuestra el Libro de Cocina del Convento de San Jerónimo atribuido a Sor Juana Inés de la Cruz”.[3] “En el siglo XVIII se van perfilando ciertas comidas que llegaron a ser platillos nacionales: los diversos moles, el rojo, el verde, los pipianes también de ambos colores; los pimientos en variados guisos, tamales y atole (de procedencia prehispánica), etc., cuya elaboración encontramos ya en recetas culinarias”.[4]
El recetario[5] atribuido a sor Juan Inés de la Cruz es considerado un legado de la cultura femenina novohispana —lo haya escrito ella o no de su puño y letra—, al igual que los recetarios de doña Dominga de Guzmán —cuyo manuscrito, de la segunda mitad del siglo XVIII, es propiedad del Museo Nacional de Culturas Populares— son los documentos de mayor relevancia histórica en la actualidad.
Después de la Revolución mexicana se fueron definiendo los sistemas de medidas, niveles de temperaturas, tiempos de preparación y más detalles de estos primeros recetarios, lo cual llevó a realizar modificaciones o adecuaciones, como en el caso del recetario de Dominga de Guzmán.
Posteriormente las mujeres que se dedicaron a la tarea de hacer esas precisiones en las cantidades de las recetas fueron sin duda aquellas que hicieron una ardua labor a través del magisterio de la educación, ya que fue un grupo de maestras conformado por “Dolores Carrea Zapata, Delfina C. Rodríguez, Clementina Cerrillo, Ana María Hernández y Elena Torres, entre otras,”[6] las que enseñaron a miles de mujeres, a través de libros y programas de radio las convenciones que dieron cimientos claros para la concreción de nuestra culinaria nacional.[7]
Otro personaje de carácter mediático y masivo del siglo XX fue la cocinera Chepina Peralta, quien en la década de los ochenta ajustó algunos recetarios de cocina mexicana a distintas exigencias formales de la cocina internacional; Peralta comenzó dando clases y demostraciones de cocina en la televisión.
Actualmente otras cocineras de prestigio nacional son Alicia Gironella De’Angeli[8] y Patricia Quintana, que viajó por la república para recuperar algunos de los secretos y recetas de mujeres que no han tenido acceso al poder de plasmarlos en la cocina; una tarea que significa una valiosa aportación dada la falta de registro de esas recetas y esos secretos de cocina.[9]
Finalmente, la mujer cumple su papel y éste le vale su justificación y su permanencia en el orden del universo. Si se aquilata la presencia de la mujer desde la perspectiva de la culinaria mexicana se puede llegar a las primeras conclusiones sobre su labor, la cual va desde nuestra cultura culinaria, los usos y costumbres en los que la mujer-madre lleva el peso tanto de la elaboración como la administración de todo lo que conlleva el acto de cocinar.
Detrás de esas costumbres hay una fuerte herencia de las tradiciones de los toltecas, los mexicas, los zapotecas, los mayas y otras naciones originarias, en las que el culto a la tierra se relacionaba con los aspectos femeninos;[10] tradiciones que deberíamos de conocer y practicar hombres y mujeres dentro de su contexto funcional, pues quizá sus principios cosmogónicos son nuestro primer legado de lo que hoy llamamos nuestra filosofía cultural verde o ecológica.
Continúa en https://ungranodefrijolymaiz.blogspot.com/2014/10/

Referencias bibliográficas
Barros, C. y Buenrostro, M. (comps.) Vida cotidiana: Ciudad de México 1850-1910, México: Fondo de Cultura Económica, UNAM, Conaculta, 1996.
García Rivas, Heriberto, Cocina prehispánica mexicana, México: Panorama, 2009.
Gironella De’Angeli, Alicia, Gran Larousse de la cocina mexicana, México: Larousse, 1993.
Guzmán Peredo, Miguel, Crónicas gastronómicas, México: Fontamara, 1991.
Juárez López, José Luis, Nacionalismo culinario. La cocina mexicana en el siglo XX, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2013.
____________________, La lenta emergencia de la comida mexicana. Ambigüedades criollas 1750-1800, México: Porrúa, 2005.
Kennedy, Diana, El arte de la cocina mexicana cocina tradicional mexicana, México: Diana, 1994.
Lavín, Mónica y Benítez, Ana, Sor Juana en la cocina, México: Grijalbo, 2010.
Long, Janet (coord.), Conquista y comida, México: Universidad Autónoma de México, 1997.
Lagarde y de los Ríos, Marcela, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2003.
Novo, Salvador, Cocina mexicana o historia gastronómica de la Ciudad de México, 3ª ed., México: Porrúa, 1973.
Saldívar, Jaime y F. del Valle (coords.), La cocina mexicana, México: Artes de México, 1960.
Verti, Sebastián, Esplendor y grandeza de la cocina mexicana, México: Diana, 1994.
Wilson, Anne, La mujer en un mundo masculino, Prólogo de Elena Poniatowska, México: Paz, 1987.
Xokonoschtletl, Carlos Fortea (trad.), Los que nos susurra el viento, sabiduría de los aztecas, Barcelona: Plaza y Janés, 1998.
Cítanos:
Bayardo Ramírez, Martha Gabriela, “Las aportaciones de las mujeres a la gastronomía mexicana”, III Parte, Sobre los fogones de México, Distrito Federal, 2014, < http://ungranodefrijolymaiz.blogspot.mx/>  



[1] Platillo que encabeza la culminación de nuestro nacionalismo culinario logrado, según José Luis Juárez López a finales del siglo XX, durante la década de los años ochenta.
[2] El mole poblano es una comida barroca, a decir de Manuel González Galván, y que va totalmente de acuerdo con la época, se le atribuye a una monja, sin olvidar su antecedente en las salsas prehispánicas ya empleadas entonces. En el Manual del cocinero se encuentra la atribución a las invenciones del mole poblano, el rompope y hasta el revoltijo a la cocina conventual, al igual que en otros textos consultados durante la investigación, como es el caso del libro de Mónica Lavín y Ana Benítez, Sor Juana en la cocina.  
[3] Ibídem, p. 132.
[4] Saldívar, Jaime y F. del Valle, Cocina..., p. 11.
[5] Hay polémicas importantes con respecto a si el recetario fue escrito por sor Juana, pero para nuestros fines eso es un factor secundario, ya que los contenidos en él son un hecho de creación y recreación de la cocina conventual de esa época.
[6] Juárez López, José Luis, Nacionalismo culinario. La cocina mexicana en el siglo XX, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2013, p. 87.
[7] Ibídem, p. 103.
[8] Quien actualmente trabaja para Larousse, siendo éste uno de los medios propicios para trabajar sobre los puntos señalados anteriormente.
[9] Este hecho siempre será lamentable, pues seguramente en ellas hubiéramos escuchado voces de oposición sobre las descalificaciones de la cocina y de los productos mexicanos que han contribuido a la ignorancia y que han tenido una repercusión en la valoración de la gastronomía mexicana tanto dentro como fuera de México.   
[10] El libro de Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres madresposas..., presenta una extensa investigación sobre la antropología de género con una larga lista de reflexiones que pueden dar pautas para la elaboración de hipótesis con respecto a algunos factores implicados en la respuesta a mi pregunta inicial: ¿Qué relación tiene el género con respecto al reconocimiento gastronómico y culinario de un pueblo? ¿Qué relación tiene la cuestión de género respecto del reconocimiento gastronómico y culinario de una cultura como la mexicana?

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